sábado, 18 de agosto de 2012

Pinceladas de los barrios maipuenses


Hoy: 
 “El Boliche de Goyenaga”
"Guitarreros y zapateadores, la viola  siempre templada,
colgada de un clavo a disposición de los
parroquianos...".
         

         Por el año mil novecientos treinta y tantos, en la esquina de Lavalle y Laprida, donde hoy funciona una panadería, estaba “el boliche de Goyenaga”, donde está una moderna farmacia, era terreno limpio, cercado por un alambrado de campo. 
            
          En el chalet de enfrente, había una tranquera de madera y alambre, hacia el fondo una precaria vivienda y en la restante esquina una canchita “para los picados”, cercada como las anteriores con alambre al estilo campo.

            Así era el barrio del “boliche”, los hermanos José y Anastasio Goenaga, eran sus dueños: José muy serio, era el doctor del comercio, muy “leydo “(*) para esos tiempos, con su clásico moño con pintitas blancas y el lápiz sobre la oreja.   Anastasio “el poyo”  como lo llamaban sus amigos.   Doña Anastasia madre de los comerciantes, petisa y muy gorda, con su pañuelo atado a la cabeza, un personaje escapado de los almanaques de Molina Campos.

            Guitarreros y zapateadores, la viola (**) siempre templada, colgada de un clavo a disposición de los “parroquianos”.

            Un boliche como tantos de la época, donde los “museros” y los “truqueros”, caían todas las tardecitas a hacer sus trenzadas, siempre por las copas, como se estilaba en esos tiempos.

            Salón grande, piso de madera, crujiente y ablandado por el paso de los años, sótano de regular profundidad, colgadas del cielorraso muy alto, tenues lamparitas que daban luz al negocio y a la mesa de los parroquianos, en tanto alguna mosca revoloteando sobre la cabeza de los jugadores, se posaban sobre el borde de las copas endulzadas por la caña quemada.

            Por esos años, era muy famosa “la calle del Hospital” por sus inmensos pantanos, que arrancaban desde Lavalle y Pellegrini casi hasta la ruta nº 2, en tiempo de invierno, cuántos médicos  y coches con enfermos fueron tirados por caballos para poder llegar.
            A pesar de todo esto y sin veredas, Firulete Ibáñez, 

Domingo Arana, Ramón Iacuzzi, Fernando Hann (mi padre), Juan Martínez Lardizábal, Mariano Cimino, el “Tero” Irigoyen, Cesario Fontana, los Di  Paolo, Pedro Michelena, Mario Fernández “el cigarrero”, todos personajes, que ni el mal tiempo los paraba para llegar a la trenzada.
El único inconveniente que tenían, era que a la salida por culpa de las malas veredas y algunas “copitas” de más, se les movía el piso y se les atravesaba el paso…

            A tanta distancia en el tiempo, cómo nos cambia la vida, todo ese barrio, edificado, asfaltado, con luz de mercurio, así es el progreso en el tiempo; y qué lindo es recordar las cosas de cada barrio de nuestro pueblo, que ha tenido en su tiempo, y en el tiempo de su quehacer cotidiano.

            La historia de los barrios, hace a la cultura de los pueblos, s i no queremos el recuerdo, renegamos del pasado.
                                                                     
                                       Rogelio Hann: Maipú; agosto de 2012
(*): “Leydo”: instruido
 (**): Viola: guitarra.

Del mismo Autor:




Si este post fue de tu agrado, no dudes en suscribirte al feed de El Amigo y así podrás leer futuros artículos a través de tu lector de feeds. 
Compartir

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tu comentario es bienvenido, déjalo a continuación:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...