
Mateo había llegado un poco cansado de la escuela y después de almorzar unos ricos fideos, terminó rápido los deberes para poder jugar con su hermanito Lucas, que tenía 4 años, cuando llegara del jardín; a la hora del té con leche y los dibujitos.
Apurados por jugar, se olvidaron las tazas y cucharas sobre la mesa, que los miraban y se quejaban porque querían bañarse rápido ¡tenían calor!
La mesa se reía mucho... ¡las miguitas de pan y el azúcar desparramado le hacían cosquillitas! ¡y qué hablar del piso y de las sillas! se reían y se movían de un lado a otro porque los pedacitos de pan le picaban entre la ropa... Su mamá corría de un lado para el otro, pero las ollas y los cubiertos estaban enojados... al ver a sus compañeros aún más molestos...
- ¡Tengo mucho olor!-, decía el cuchillo
- ¡Estoy sucia... exijo bañarme!- gritaba la cuchara.
- ¡Qué calor!- se quejaba la pava... -quiero tomar un poco de agua fría...
Mientras tanto, los hermanitos jugaban despreocupados con los muñecos y rompecabezas, dibujaban y rayaban papeles que encontraran a su paso. Pero se cansaron de jugar y fueron a la cocina a esperar que llegará su papá del trabajo.
- ¡ Ayyyyyy ! me están pisando....- exclamaba la silla.
- No... no... ¿qué estás por hacer?...- imploraba la pared al ver que Lucas
se acercaba con una fibra...
-¡cuidado... no... no... noooooo...!
Terminaron de cenar y con mucho sueño, fueron al baño a lavarse los dientes. El espejo quedó lleno de pequitas de pasta dental.... la pileta quedó toda mojada, y la toalla había quedado toda enroscada sobre el bidet...
Fueron quedando en el camino zapatillas, medias, remeras y pantalones...
- Me duele el dedito - le decía la media azul a su compañera...
- Y a mí me duele la rodilla, mucho... estoy incómodo- decía el pantalón...
- ¡Y yo! - gritaba el osito de peluche -
voy a tener que dormir boca a bajo
mientras ellos duermen cómodos y calentitos!
Al día siguiente Mateo se despertó temprano para ir a la escuela mientras Lucas dormía despatarrado. No encontró su media blanca por ningún lado y tuvo que ponerse una de cada color...
- ¡Y mis pantalones! ¿dónde estarán?... ¿dónde los habré dejado ayer? – pensaba Mateo.
Cuando Lucas se despertó, buscó su mochila para mostrarle a su mamá los dibujos que había hecho en el jardín... pero...
La mochila se había escondido detrás del sillón, junto al pantalón y a la media de Mateo; y se reían bajito para que no los escuchen. Cuando Lucas se dio vuelta la mochila corrió hasta ponerse detrás de él y el niño, confundido, se rascó la cabecita...
Y qué hablar de los juguetes... el autito no quiso correr por las pistas, ni el trencito pasar bajo los túneles y puentes... ¡Todos estaban quietos y enojados! Así fue todo el día, lápices que de un lado a otro de la casa formaban garabatos de colores, tazas que enfriaban el té con leche y miguitas de pan que se metían a dormir en las camas provocando cosquillitas a los dos hermanitos... y Mateo y Lucas, que no entendían nada, perseguían de un lado a otro a los juguetes...
Y así fue como, después de ese día tan raro y esa noche tan incómoda, Mateo y Lucas decidieron ordenar cada una de las cosas que usaran desde ese día en adelante.
Donna Helena