(esquina de Lavalle y Pellegrini)
Corrían
los años lindos de la niñez … sin problemas ni preocupaciones, en muchos casos,
ni los de la escuela, con el pensamiento puesto solamente en algunas
“travesuras” propias de la edad, bolitas, escondida, mancha “venenosa” y la
otra, el vigilante ladrón y más que todas el picado de todas las noches.
Mi
barrio era una esquina cualquiera de un lugar como hay tantos, en el medio de
la esquina y bajo la tenue luz del foco, sin darle importancia a los autos que
pudieran pasa, nos reuníamos a charlar sobre “nuestras cosas”, pues la más
importante para toda la barra, eran los picados que teníamos que hacer, antes
que se nos pasara la hora. Pues la barra de la “Palangana Rota” era fuerte.
¿Cómo
nació el nombre mencionado? Bueno… la esquina que hoy ocupa el inmueble
perteneciente a la familia Oviedo, era baldío y precisamente en ese lugar, se
había colocado un cartel grande de los
cigarrillos Imparciales, sostenido por dos columnas grandes de hierro. En una
noche de “reunión”, uno de los muchachos tuvo la feliz idea de colocar en una
de las mismas una palangana rota, de ahí su nombre. El de la idea… “Pancho”,
más adelante les cuento quién era.
Quienes
integraban la barra… Bueno, a casi todos los recuerdo, pero si me olvido de
alguien, que me perdone.
Comenzaré
por “Pancho”, Gilberto Herrera,
alias tarzán, pues le gustaba tirarse
de los frondosos árboles que había en la quinta de Murias. (Quinta que hoy
ocupa el chalet del Dr. Ducós)
“Paja
Brava”, Quito Carrera, por lo
chiquito y malo. “La loca Rosa”, Rubén
Casado, pues tenía las piernas parecidas a las de un personaje de la época.
“Cuerito”, César Carrera por lo
tranquilo y sereno. “El malevo”, Horacio
Carrera, mayor que nosotros, pero… ¡pesado! “El chato Flores”, Lito Casado, seco, pero muy chinche,
cuando jugaba en los picados. “Poroto”, Alfredo
Guzmán, muy bien puesto el sobrenombre, vino al barrio desde Gral.
Lamadrid, fuimos al mismo colegio, no sabía patear la de “goma” o “trapo”, yo
le enseño lo poco que sabía y terminó… ¡jugando en la segunda de Ferroviario!
“Ficho”, Adolfo Ricardo Carrica,
bueno, pero cuando se enojaba… ¡más malo que un salao! Oscar Carrica, con su cara de buen tipo, frecuentaba poco la barra.
“Cepillo”, Coco Casado, mejor
imposible el apodo, pues cuando jugaba en los picados, era un verdadero cepillo
para los contrarios.
“Quién no recuerda
al barrio de su infancia… no tiene alma de niño.”
Rogelio Hann (A.N.I) Maipú - 2014
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