Descomunal desorden con varios heridos.
El sábado a la noche se realizaba en una casa conocida como “El café viejo”, un bailongo que se hallaba muy concurrido y animado al decir de un cronista social, y en el cual se había reunido la flor y nata de nuestro vergel orillero.
El “Café Viejo”; ubicado en la esquina de Avellaneda (hoy Lynch) y Moreno.
Entre milongas y rancheras se deslizaban las parejas sacando lustre al piso, cuando debido a la aglomeración, uno de los bailarines pisó a otro, el que no pudo permitir semejante falta de consideración, máxime que en ese momento se hallaba bailando con la Parda Encarnación, que era allí la “flor del pago”, es claro, eso trajo una serie de “aclaraciones” mutuas, que lejos de aclarar, oscurecieron más el asunto.
Pedro Arnosi intervino para apaciguar los ánimos y en esas circunstancias, se ignora quién, de atrás, le aplicó un palo en la cabeza, lesionándolo, aunque no de consideración el bochinche produjo el desbande consiguiente. No sin antes, algunas damiselas intentaran desmayarse, llegó la policía, siempre la policía ha de meter la pata, y disolvió tan “agradable reunión”.
Poco después, algunos de los concurrentes al bailongo se trasladaron al restaurant Cametti y en la vereda del mismo se trabaron en discusión sobre lo ocurrido en el baile. Entre estos estaban los hermanos Jesús y Rafael Martínez, conocidos como los gallegos Martínez; Honorio Sánchez, Lucio Giménez, Dámaso Gómez y Juan Caballero, los cuales sacaron a relucir revólveres y “fillingos”, y ahí nomás, hacha y punta, y no dispares maula, no me mates hermano, por tu mamita: zas, tras, chin, pum, pam, pum, y se armó la de órdago, que parecía una asamblea del frente único, donde como se sabe, nada se entiende.
Hotel Cametti. Ubicado en la esquina de Ramos Mejía y Alsina.
Resultado: Giménez, con el filo de cuchillo, le hizo unos cortes y quebradas en el cuero cabelludo a Gómez, y éste a su vez hizo un disparo de revólver contra Giménez, hiriéndolo en el pecho lado izquierdo; Rafael Martínez, apareció con unos cortecitos en la oreja zurda y Juan Caballero, que parece quiso actuar de redentor, un tajo en la mano izquierda.
En lo más lindo de la trifulca, apareció la policía, otra vez a interrumpir la diversión y arrió con los combatientes y otros, que si bien no intervenían en la refriega, tenían algo que ver en ella; fueron secuestrados 15 cuchillos, un surtido de las más variadas clases, dimensiones y calidades y Giménez y Gómez, se asisten en el hospital. Se ha dado cuenta del hecho al Juez del crimen Dr. Pizarro.
Ejemplar nº 7.157, del 12/03/1928, diario La Voz. – Investigación: Juan P. Caputto
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